Con el mayor nivel de eficiencia del mercado, las células monocristalinas son las más adecuadas para su instalación en zonas donde la exposición a la luz solar no es muy alta por su alto rendimiento en estas condiciones.
La larga vida útil de este tipo de células, con garantías en muchos casos de 25 años y capacidad para funcionar hasta 50, es otra de las ventajas de los paneles monocristalinos que, sin embargo, cuentan también con algunos contras respecto a otras alternativas.
Entre ellas destaca el alto precio de las células monocristalinas, que requieren de más silicio que las policristalinas y que, además, derivan en pérdidas de material durante el proceso de fabricación, dado el tipo de corte que se realiza.
Los paneles policristalinos son más económicos pero menos eficientes.
Los paneles solares a base de células policristalinas cuentan con una larga trayectoria en la industria, puesto que su fabricación arrancó ya en la década de los ochenta. Su mayor ventaja respecto a las celdas monocristalinas parte de un proceso de producción de menor costo, que tira a la baja el precio final de estos sistemas.
Aunque estas células son más accesibles, cuentan con algunas desventajas. La menor tolerancia al calor de estas celdas hace que cuenten con una eficiencia inferior a la alternativa monocristalina. En concreto, se estima que en los paneles que incluyen estas celdas el ratio de eficiencia es de un máximo del 16%, fundamentalmente por la menor cantidad de silicio que incorporan.
El efecto negativo que las altas temperaturas provocan sobre estas células, que hace que sean aún menos atractivas que las monocristalinas para usuarios que residan en áreas cálidas, así como su menor eficiencia respecto al espacio, figuran también como desventajas de estos sistemas.
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